jueves, 3 de septiembre de 2015

El Prototipo

Bueno, esto es un relato que presenté al segundo concurso del foro TiradaAbierta, por supuesto no gané :)
Se supone que está basado en Spirit of the Century, que era parte de las bases.

Así que si no tenéis nada mejor que hacer echadle un ojo, hay quien me ha dicho que está hasta entretenido, así que imagino que tan malo no será.


El Prototipo

Siempre he sido una persona humilde aún a pesar de todos mis logros profesionales y de los aplausos de mis compañeros, nunca me he visto como alguien superior ni nada por el estilo, pero después de lo que acabo de conseguir, tengo que admitir que soy un puto genio.

Pero bueno, la emoción me hace olvidar las formas. Mi nombre es William Forth, nací el 1 de enero de 1901, y a mis 24 años he conseguido trabajar como ingeniero para el gobierno de los Estados Unidos de América. Poco puedo decir de mi trabajo, ya que todo se considera alto secreto, pero para que todo el mundo me entienda, investigamos tecnologías que puedan mejorar la vida de las personas, cosas que están muy por delante de los avances actuales. Los mayores genios del país trabajan codo con codo para desarrollar aparatos que hagan la vida de todo ser humano mucho mejor.

En mi caso, por lo general me dejan hacer lo que me venga en gana, aparte de que trabajo mejor sólo también suelo tener mejores ideas cuando me dejan hacer. Esto que acabo que conseguir, esta genialidad de la ciencia y la tecnología es un pequeño aparato que permite levantar y mover objetos a una cierta distancia; mis pruebas me han permitido mover hasta dos toneladas sin que el mecanismo se resienta, como digo, es mi mayor logro, tan sólo imaginad las posibilidades, tan solo… Oh, mierda, tengo que presentar mis resultados al jefe de ingenieros antes de que se vaya.

Cogí el prototipo, algo similar a un guante pero lleno de cables e indicadores luminosos, y salí corriendo en dirección a la oficina del jefe de ingenieros. Los pasillos de la instalación de investigación estaban como siempre, plagados de gente caminando mientras comentaban sus proyectos y demás; esquivé a un compañero que corría con un extintor en las manos y una expresión de terror en la cara, algo más frecuente de lo que cualquiera podría imaginar.

Unos minutos después ya estaba casi en el despacho del jefe cuando oí un ruido tremendo, similar a una explosión, y el suelo comenzó a temblar haciéndome caer. El desconcierto predominaba en el ambiente, el resto de científicos se levantaba del suelo con caras atónitas, todos nos preguntábamos qué demonios había sido eso, no era la primera vez que algún experimento salía mal y explotaba, pero jamás había alcanzado tal envergadura.

-          ¿Qué ha sido eso? – Se oyó preguntar a una voz de chica, dulce y suave, a pesar de la tensión que demostraba. Lyla era una de las científicas más jóvenes que había visto por aquí, creo que no tenía ni 20 años aún; bajita, de apenas metro cincuenta, delgada pero esbelta, un peinado demasiado moderno de color rojo brillante y una preciosa cara plagada de pecas que transmitía dulzura. Sí, la chica me gustaba, ser un genio no te impide ser también humano.

-          Imagino que alguien la habrá cagado y lo que sea que estuviese haciendo habrá explotado. – Le dije intentando mostrarme como un tipo duro y con carácter, que por lo que sé es lo que le gusta a las mujeres; suelo ocultar mi verdadero carácter, ser un tío tímido no suele quedar muy bien. –Tranquila, ahora mismo vendrán a decirnos qué ha sido.

Suelo cagarla cada vez que abro la boca, por eso intento hablar poco, y esta vez no iba a ser diferente. Justo al decir aquello se empezaron a escuchar golpes, como si un gigante echase abajo paredes a puñetazos. Y maldita sea mi genialidad, los golpes se oían cada vez más fuertes y más cerca hasta que la pared frente a nosotros estalló dejando ver lo que parecía una bola de demoliciones en miniatura, del tamaño de un balón de playa, para que a continuación una monstruosidad saliese a través de aquel agujero. Era una especie de máquina con forma humanoide de algo más de dos metros de altura; lo que podría considerarse la mano izquierda era la bola de demoliciones mientras que la derecha parecía algún tipo de arma de fuego de gran calibre, y por lo que parecía había algún ser humano en su interior. Poco tiempo tuvimos para reaccionar a aquella situación antes de que aquello comenzase a disparar. Los cuerpos de mis compañeros salían disparados en el aire mientras la sangre saltaba de sus cuerpos como en las películas. Tuve el tiempo justo de tirar a Lyla al suelo e ir yo detrás de ella, la sangre caliente caía sobre nosotros, un gran chorro cayó sobre la cara de Lyla que comenzó a gritar aterrada.

-Vamos. – La cogí del brazo y la arrastré hasta el despacho del jefe, cerrando la puerta tras nosotros, poco serviría la puerta ante aquello, pero bueno, en momentos así uno no suele hacer cosas demasiado inteligentes. – Quédate tumbada, intentaré pedir ayuda. – Le dije mientras cogía el teléfono y llamaba al club.

El Century Club es una sociedad a la que pertenezco por derecho de nacimiento, por nacer el primer día del siglo, bueno, es más complicado que eso, pero para resumir: algunos de los miembros somos unos locos que intentamos salvar el mundo a veces, y bueno, esto no es salvar el mundo pero hay gente a la que salvar.

-          Morgan Freeman al aparato. – La voz de Morgan era bastante peculiar, probablemente la voz más grave que haya escuchado en mi vida. Morgan era un tipo bajito pero ancho, diría que más ancho que alto, pero también poseía una fuerza que se podría considerar sobrehumana.

-          Morgan, soy William, William Forth, tengo un problema amigo, una aparato ha irrumpido en el centro de investigaciones especiales y ha comenzado a disparar, muchos han muerto, necesito que vengáis aquí y me echéis una mano.

-          ¿Has bebido Willy? – El tono de mofa era evidente, Morgan no suele tomarse las cosas en serio, después de tantos años parece mentira que no sepa que carezco de sentido del humor.

-          Maldita sea Morga, William, me llamo William, no Willy, y esto no es…

No me dio tiempo a acabar la frase, aquel cacharro del demonio entró en el despacho destrozando la pared, Lyla soltó un grito de terror y retrocedió hasta que la pared le impidió hacerlo más.

No había tiempo para esperar a la caballería, eso estaba ya claro, tenía que hacer algo y tenía que hacerlo ya. No era la primera vez que me enfrentaba a algo que amenazase mi vida o la de otros, pero si era la primera vez que lo hacía sólo. Entonces me di cuenta que aún tenía el prototipo en la mano, aunque no estaba muy seguro de que aquello fuese a funcionar no se me ocurría otra cosa. Me ajusté el aparato a la mano justo cuando aquello apuntó directamente a Lyla; hice lo primero que se me ocurrió, activé el prototipo y agarré el escritorio para a continuación lanzárselo, no le hizo gran cosa, pero al menos centró su atención en mí.
-          Eh, feo, ¿por qué no te metes con alguien de tu tamaño? – Lo vi en una peli, ¿vale? Además estaba muerto de miedo ¿qué hubieseis hecho vosotros en mi situación?
Lo que hice a continuación es probablemente lo más estúpido que haya hecho nunca, levanté aquella cosa en el aire, sin saber cuánto pesaría, sin saber si el prototipo lo soportaría. A los pocos segundos quedó claro, aquello pesaba demasiado, el prototipo comenzó a soltar chispas y pequeños rayos eléctricos que me quemaban la piel, no sabía cuánto tiempo aguantaría, así que tenía que hacer algo rápido. He dicho que levantar aquello fue lo más estúpido que he hecho en mi vida, pues con esto me superé, por alguna razón decidí que lo mejor que podía hacer era aplastar aquella máquina, hay que ser idiota, maldita sea. Cerré mi mano para que el prototipo hiciese lo propio con mi objetivo, sentía la resistencia que ejercía ante lo que estaba intentando hacer, pero poco a poco aquel maldito cacharro del demonio empezó a deformarse y a contraerse hasta acabar hecho un amasijo de metal. Por su estructura deforme comenzó a caer un líquido rojo, sangre, estaba seguro, había alguien ahí dentro.

Poco recuerdo de lo que pasó a continuación, una explosión en mi brazo, dolor, la vista nublada, sangre, hueso, el olor a carne y pelo quemado, y luego nada.
Cuando desperté en el hospital Lyla estaba a mi lado, los chicos del club también estaban ahí. Al parecer el prototipo se sobrecargó tanto al aplastar a aquello que explotó llevándose la mitad de mi brazo por delante.


Aún me quedan al menos un par de días ingresado, tengo tiempo de pensar algo para arreglar lo de mi mano, no sé, quizá algo mecánico, aunque creo que eso lo he visto en una peli.